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miércoles, 3 de julio de 2013

956 días.

Supongo que las viejas costumbres nunca se pierden (o al menos no como los calcetines o las bragas).
Hablo de cosas menos materiales, como esa manera tan extraña que tengo de cruzar las piernas como si fuesen una bufanda, colocarme bien las gafas (incluso cuando llevo lentillas) o echarte de menos. 
Es más, el otro día me preguntaron si no me aburría quererte tanto, ¿y sabes qué respondí? Que ya me he acostumbrado. No a quererte, sino a ti.  Sí, a ti. 
Eres como una sala de espera del médico. En cierta manera, me aburres, pero no se me ocurre irme, o en este caso, dejarte. Que tampoco sé por qué utilizo esa palabra, si no hay nada que dejar. La amistad, quizás. Pero nadie "te deja" siendo tu amigo. En fin, aún me vas a doler tú más que las collejas de mi hermano.
Ahora mismo estarás nervioso por el viaje que vas a hacer, y yo estoy aquí, llorándote todo lo que no he sabido decir. Pero, ¿qué importa? Si ya llevo así mucho tiempo. Al final se me van a secar las lágrimas y me vas a romper (si es que no lo hago yo antes).
Siempre he pensado que la noche está para escribirte, no para dormir. Probablemente no esté haciendo lo correcto, ni tan siquiera lo que tú quieres que haga, pero aquí me hallo, escuchando mis canciones favoritas, con mi cerebro organizando todo lo que tengo que decirte, mis manos recibiendo instrucciones y mi cara llena de lágrimas. ¿Ves lo que pasa por ir mirando a la gente con esos ojos tan bonitos? Y tú tan yendo al psicólogo por su culpa. Eres imbécil. 
Me gustaría ser una de esas niñas tontas de tetas grandes que tanto te gustan. Y tampoco es que seas el típico machito gilipollas. Todo lo contrario. La verdad es que nunca sabré qué has hecho con una chica como esa. Pero en el fondo me gusta ser como soy, hasta en el hipotético caso de que a ti no te gustase. A pesar de eso, sé que te gusto (como persona). Qué mal suena, joder. Como persona. Claro. No te voy a gustar como animal de compañía. Bueno, déjalo. A estas horas desvarío, como mis ex-compañeras de clase, ¿te acuerdas? Claro que te acuerdas. Con esa memoria que tienes. 
Digo que me gusta ser tal y como soy. A lo mejor no estoy muy contenta con mi sonrisa (irónico, ¿no crees?) o no me hacen mucha gracia los espejos, pero, no sé, me quiero. Como tú me quieres a mí. Que podrías quererme más, pero intuyo que no quieres. Te entiendo.
No sé qué hago escribiendo todo esto a las tres y media de la mañana, cuando podría estar... pensándolo. Para qué engañarnos. Si no te he olvidado en todos estos años, no lo voy a hacer ahora.
¿Te das cuenta? Esta historia está llena de paréntesis, de pegas y de a lo mejores. Y todo por tu culpa.
Yo ya no puedo más (con el sueño, digo, que con mi vida aún aguanto un poquito más). Me voy a pensar en ti y a ver si con suerte se me cierran los ojos. 

¡Buenas noches y que me eches mucho de menos en Londres!
                            
                                                                                                 
                                                                                   


                                  P.D.: A pesar de todo, no me cuesta admitirlo: eres una costumbre más.







4 comentarios:

  1. Hola.
    Bueno, sé que no me conoces y seguramente nunca llegues a leer esto, pero el caso es que quiero darte las gracias. Sí, las gracias. Me inspiras, me das fuerzas, me entiendes. Gracias por escribir. Por sacarme sonrisas y lágrimas, por hacer que no me sienta la única. Siempre estás ahí con tus sonrisas, tus entradas y tus tuits. Eso es lo que me anima, me anima a escribir, a sonreír. Gracias. De verdad.
    Besis.

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