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viernes, 17 de enero de 2014

Los recuerdos no muerden.

Hoy he descubierto que mi pintaúñas negro (sí, el de la tapita rectangular) huele a guitarra.
En serio.
Me recuerda a esos días lluviosos de hace un par de años, cuando Willy, que tenía el pelo grisáceo y los ojos de ese tipo de azul que te hacía preguntarte si utilizaba lentillas, me llevaba en coche al son de aquellas canciones tristes cantadas por el tipo de la voz rasgada. 
Y mientras tanto, las abejas de mi estómago trataban de asesinarme. No por Willy, claro está. Nunca me han ido los hombres casados.
Yo sólo intentaba disfrutar de la música. 
A veces las abejas dejaban de zumbar y conseguía escucharla, pero el estado de trance nunca duraba demasiado (era un viaje bien corto). Recuerdo el camino de memoria: a veces paso por allí. 
Es un lugar encantador, con sus vistas al mar y esa temperatura siempre un poco más baja que la de la ciudad. En cada recoveco solía esconder un secreto. Ahora el viento y el tiempo se han hecho amigos y se los han llevado todos.
¿Sobre las abejas? Sí, lo cierto es que ellas murieron hace ya mucho tiempo. 
Yo... creo que yo sobreviví, pero cada día estoy menos segura de ello. 

4 comentarios:

  1. Has creado tu tipo de arte, y por ello, te doy las gracias.

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  2. Dios Belén cada día me enamoro más de tu blog. Me encanta es decir poco. Sigue escribiendo, nunca lo dejes.

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  3. Me encanta, de verdad. Eres alucinante. Ojalá algún día consiga escribir la mitad de la mitad de lo bien que tú escribes. Mucho ánimo.

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  4. Te voy a contar algo de lo que no me siento especialmente orgullosa.
    NADA orgullosa.
    Y te lo aseguro, me esforcé por salvarte a ti (y a mi) de semejante patetismo ilustrado, pero como ves los intentos han sido infructuosos.
    Procuraré centrar mi argumentación alrededor del axioma fundamental de mi teoría, que es a su vez el causante directo de todo esto. Aunque no prometo nada, porque, como ya habrás podido comprobar a estas alturas de mi discurso, mi punto fuerte no es resumir. El caso. Allá vamos:
    Tú eres yo. Algo tan simple como eso, y que tantas noches en blanco me ha costado. Tú eres yo.
    ¿Puedo seguir explicándome? No suelo hablar en exceso (escribir, en este caso) y una vez que ya he empezado es como intentar taponar una tubería con las manos. O una rotura de aneurisma aórtico.
    Si a estas alturas aún no estás completamente segura de que esté desequilibrada ( más de lo normal en estos casos, al menos), me gustaría que me dieses la oportunidad de confirmar tu diagnóstico. Perder, no puedes perder nada. Y yo tampoco, espero. Espero.

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